Los procesos de innovación y de difusión de la tecnología son cada vez más complejos y su éxito depende de la existencia de efectos y de enseñanzas recíprocas y permanentes entre los múltiples y diferentes actores y conocimientos.
El conocimiento es mucho más que una información. Para algunos, la economía del conocimiento denota una transición hacia una producción basada en la ciencia y la tecnología, tal como la intensiva de inversión en tecnologías avanzadas y/o la educación superior.
Las tecnologías de la información y la comunicación están propiciando una serie de cambios estructurales, con implicaciones no sólo en lo político-económico, sino también en lo educativo-social, pero tiene sus ventajas competitivas para las organizaciones y, por el otro, crecimiento económico y bienestar para un país.
La llamada globalización ha sido posible gracias a estos logros tecnológicos del sector electrónico-informático que ha permitido una nueva división del trabajo basada en las cadenas globales de producción asignando una cierta actividad -por medio de la subcontratación y similares- entre productores, distribuidores y compradores.
Así mismo incremento de la competitividad entre países, espacios económicos y organizaciones está generando una necesidad funcional de cooperación, que esto incluye a los gobiernos, las instituciones académicas y las empresas cabe de destacar que tanto las universidades como las empresas, deben abocarse a gestionar, de manera eficiente, el conocimiento, de manera que como instituciones, conviertan el conocimiento individual en conocimiento organizacional, y sean, entonces, parte del proceso de construcción de una verdadera sociedad generadora de conocimiento y así ver necesidad de eliminar obstáculos a las relaciones y de animar a los agentes empresas y grupos de investigación para que participen activamente en el proceso innovador es lo que motiva la puesta en marcha de Estructuras de Interrelación
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